sábado, 20 de junio de 2015

MEJORAR EL SISTEMA EDUCATIVO





El exceso de contenidos y de alumnos impide aplicar metodologías activas. Sacrificamos la calidad a la cantidad

Los IES son maquinarias de transmisión de conocimientos de forma mecánica y repetitiva, se trata a todos los alumnos por igual según su fecha de nacimiento. El sistema resulta frustrante tanto para profesores como para alumnos. Los profesores se consuelan con su salario, los alumnos olvidando lo que aprendieron. Ni unos ni otros son felices, sino desgraciados, además consideran que son injustamente tratados, y acumulan rencor y agresividad.

El sistema está sobrecargado, demasiados alumnos por aula, demasiadas horas en el horario de los profesores, pero el sistema de momento aguanta.

El resultado final es un poso que permite a algunos alumnos acceder a la universidad, y a otros sentirse fracasados o mediocres. Aunque se invierte mucho dinero y esfuerzo, el resultado no es satisfactorio, porque los alumnos no saben aplicar lo que aprenden, y eso se refleja en las pruebas externas al sistema.




Resulta paradójico plantear mejoras dentro de un sistema burocrático. La burocracia anula la iniciativa individual, es un sistema de control. La gran cantidad de informes no sirven para nada, es información que asciende pero no tiene consecuencias, sirve para controlar, para que los docentes no abusen de su poder.

Peor que hacer informes bastante inútiles es intentar cumplir leyes contradictorias. Las leyes parten de principios pedagógicos interesantes, pero luego imponen grandes cantidades de contenidos que apenas pueden asimilar los alumnos, a eso le añadimos una sociedad competitiva en la que deben haber perdedores y ganadores.

Cambiar la manera de enseñar es necesario, pero no es fácil.






Ken Robinson: Changing Paradigms (Spanish)




Aristóteles, los nervios y las ideas fundamentales
JOSÉ ANDRÉS ROJO 20 JUN 2015

Hubo sables en alto en la Universidad Autónoma de Madrid. Se cometió un error en una de las pruebas de Historia de la Filosofía, una de las materias comunes del examen de selectividad, al proponerse para el comentario un fragmento de la Ética a Nicómaco,de Aristóteles, que no formaba parte del temario. Así que tres asociaciones de profesores protestaron por la equivocación, pero al final el drama no fue a más porque no ha afectado a las clasificaciones.

Las normas son las normas, nadie va a discutir semejante obviedad, y los alumnos que quieran podrán reclamar a partir del lunes. Pero el episodio ha sacado a la luz las bochornosas debilidades del sistema educativo español, que con una pasmosa frivolidad lleva tiempo compitiendo en musculatura para elaborar reformas: ¡siete en 35 años de democracia! ¡Venga a cambiar leyes y a modificar guías y a tipificar faltas y a ponerse solemnes con los valores y el futuro de las nuevas generaciones! ¿Y lo importante? ¿Dónde queda lo importante?

Seguramente uno de los objetivos más trascendentes en la educación escolar debería ser conseguir que los alumnos aprendan a leer y a escribir: es decir, a comprender un texto, a atrapar sus ideas fundamentales, a saber relacionarlas y a poder contarlas después, como quien dice, con sus propias palabras. Por eso tiene bastante sentido que los responsables de la Autónoma no hayan recomendado revisar de manera diferente el examen de Historia de la Filosofía.

En Andalucía, uno de los autores que cayó en esta selectividad fue Nietzsche. Pongamos que los que se examinaban hubieran tenido que abordar alguna de sus observaciones de Así habló Zaratustra. Por ejemplo la que dice: “Dios es un pensamiento que vuelve torcido todo lo derecho y que hace voltearse todo lo que está de pie”. ¿No hubieran podido comentarla si no estaba en el temario?

La pregunta sobre la Ética a Nicómaco que produjo la queja de los profesores en la prueba de Madrid fue la que pedía “exponer las ideas fundamentales del texto propuesto y la relación que existe entre ellas”. Las otras podían haberse contestado sin problema. Pero en cuanto a esta, se protestó porque el texto no estaba en el temario, no lo habían podido preparar, era muy especializado... Y los chicos estaban muy nerviosos.

Algo va mal si lo que se pretende evaluar no tiene que ver con lo fundamental: que se comprenda un texto y que se sepa explicarlo. Leer y escribir. Todo lo demás tiene una importancia secundaria: recitar los tics de cada programa, vaciar el runrún que se memoriza de cada rincón del temario, contar las cuatro fórmulas asociadas a un autor. No tiene sentido pedir que sepan un temario y que sean incapaces de enfrentarse a una lectura. Como decía Nietzsche refiriéndose a Dios, en España la educación está volviendo torcido lo que debería mantenerse derecho: la obligación de aprender a leer y a escribir.




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